El sentido común y la psicología enseñan que todas las personas viajan con una carga de hábitos, costumbres, opiniones, convicciones, creencias, recuerdos y hasta traumas de cualquier naturaleza. Sin embargo, la grandeza de un ser humano está ligada a su capacidad de reacomodarse a circunstancias distintas de las suyas y a mostrar en todo momento un pensamiento flexible para absorber lo mejor que este puede aportarle.
Para la persona migrante, esta capacidad es clave, por cuanto le permitirá transitar por la fase inicial de los cambios sin mayores tropiezos y enriquecerse tanto en lo personal como en lo profesional de lo que va apareciendo a su paso en el nuevo contexto.
Según enseña el libro El poder del pensamiento flexible: De una mente rígida a una mente libre y abierta al cambio, la duda bien manejada y con carácter progresista, planteada en función de aprender cada vez más, conlleva un sentido de modestia que pocas veces pasa desapercibido y constituye un remedio eficaz para la testarudez. “No ser presuntuoso de las propias creencias, valores o ideología nos exime de la vanidad intelectual y el desgaste que implica querer siempre tener razón”.
Con base en esa visión, el psicólogo y escritor colombiano Walter Riso recuerda que la mente flexible mantiene opiniones, tiene creencias y principios, pero siempre está dispuesta al cambio y trata de mantenerse en pleno contacto con la realidad. Para ello, destaca, es fundamental la autocrítica, esa cualidad que permite a quienes la portan auto examinarse, evaluar opiniones propias, valores y comportamientos, así como descubrir lo inútil, lo absurdo o lo más riesgoso o amenazante de su manera de pensar.
“La humildad es ser consciente de la propia insuficiencia”, afirma y se cuestiona “¿quién no ha tenido que aguantarse alguna vez a un experto que se toma muy en serio a sí mismo y piensa que sus conocimientos son la sapiencia encarnada? Una de las características de la inflexibilidad mental es la solemnidad, que se manifiesta, abierta o soterradamente, como una fobia a la alegría”.
De acuerdo con el experto, la rigidez mental es sinónimo de facilismo y tiende a la distorsión, por lo cual se convierte en algo altamente peligroso, lo mismo para quien la padece como para quienes le rodean. Esto responde a que intenta tapar el Sol con un dedo y defender lo indefendible con argumentos simplistas, impulsando procesos de toma de decisión saturados de sesgos y errores cognitivos; y cuando es confrontada con argumentos sólidos, responde con autoritarismo e imposiciones.
Lo opuesto a la arrogancia, con ropaje de soberbia, es la humildad. Esta es una de las virtudes más aclamadas porque consiste en reconocerse a sí mismo tal como uno es, sin sobrevalorase ni despreciarse, incluso en un lugar distinto al que siempre acogió a la persona y que no necesariamente le facilita la existencia.
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