El Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, define este crimen como la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, usando algún tipo de coacción, abusando de una posición de poder o de una situación de vulnerabilidad con fines de explotación sexual, trabajos forzados, extracción de órganos o prácticas análogas a la esclavitud.
Este flagelo afecta, de manera particular, a las niñas, niños y adolescentes (NNA) que deciden emprender el camino de la migración, refugiarse o solicitar asilo, sobre todo porque su estatus migratorio irregular los hace más vulnerables y los invisibiliza.
La Organización de Naciones Unidas encendió las alarmas en torno a la problemática, muchos más con relación al impacto desmesurado que está teniendo sobre los varones. El número de niños y niñas entre las víctimas de trata se triplicó en los últimos 15 años, mientras que el porcentaje de niños se multiplicó por cinco, alertó el Informe Global sobre la Trata de Personas.
El documento, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), señala que las niñas son captadas casi siempre con fines de explotación sexual, mientras que los niños son utilizados para trabajos forzados y, en muchos casos, con riesgos para su integridad física y mental.
Las mujeres y niñas continúan siendo las dianas principales de la trata de personas. De cada 10 víctimas detectadas a nivel mundial en 2018, aproximadamente cinco eran mujeres adultas y dos eran niñas, en tanto 20% de las víctimas eran hombres adultos y el 15 por ciento, niños pequeños. Transcurridos 15 años, la cantidad de víctimas ascendió y su perfil cambió. Aunque la proporción de mujeres adultas se redujo de 70% a 50%, la proporción de niños despegó del 10 al 30% y la de hombres adultos casi se duplicó (10 a 20).
Los delincuentes se aprovechan de los más vulnerables, como las personas migrantes y las que carecen de empleo. No obstante, es muy probable que la recesión inducida por la pandemia haya puesto a más personas en riesgo.
Lo desmesurado de las cifras preocupa a los organismos internacionales, sobre todo porque consideran que esta quizás no sea ni la punta del iceberg, por cuanto los informes oficiales siempre contemplan subregistros cuando se refieren a delitos que ocurren en la clandestinidad.
Es un hecho que la trata de personas crece y son escasas las posibilidades de erradicarla en el corto o mediano plazo. De ahí que todo esfuerzo sea poco y urja recabar las respuestas de los gobiernos contra este crimen, acabar con la impunidad y apoyar a las víctimas.
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